Cuando creces viendo a tu abuelo y a tu padre trabajando dentro de la panadería familiar y te despiertas con el aroma del pan recién hecho, no es de extrañar que te conviertas en pastelero. Pero Fátima Gismero está haciendo lo que pocos hacen: combinar y llevar la gastronomía molecular y la tradicional en su propio obrador.
El camino de Gismero hacia la pastelería comenzó a los 16 años cuando dejó su ciudad de Guadalajara, España, para asistir a la escuela de pastelería en Madrid. El tiempo que pasó en la panadería familiar significó que aprendió técnicas de manera fácil y natural. La oportunidad la llevó a Barcelona donde perfeccionó su oficio estudiando en EPGB (escuela de pastelería del gremio de Barcelona) trabajando en pastelerías con los mejores profesionales y participando en concursos de pastelería.
Su camino hacia la gastronomía molecular llegó por casualidad. Mientras trabajaba para Solé Graells, distribuidor oficial de los productos del famoso restaurante El Bulli de la familia Adria, tuvo que sustituir a una compañera de trabajo. Afortunadamente, Gismero es una aprendiz visual y, al igual que su tiempo en la panadería familiar, había pasado horas observando. Una vez más, aprendió rápidamente, sumergiéndose en el oficio.
Se le encomendó la tarea de crear nuevas texturas, como espumas, gelatinas y espesantes, y fue invitada a las cocinas de los restaurantes con estrellas Michelin, como Mugaritz y Disfrutar, para aprender nuevas técnicas. Aplicó ese conocimiento cuando comenzó a enseñar en nombre de la empresa, que pasó a manos de Guzmán Gastronomía.
Hoy, Fátima se encuentra de nuevo en el aula, compartiendo su pasión y curiosidad con sus alumnos por toda España. También se ha hecho cargo de la panadería familiar, ahora Panadería Pastelería Fatima Gismero, en Pioz (Guadalajara).
Fátima cree que es importante mantener las raíces y las recetas de la panadería, por lo que todavía encontrarás pasteles tradicionales como perrunillas, pastas de almendra y tarta San Marcos. Pero también ha introducido nuevos productos que incluyen una línea de tabletas de chocolate gourmet y galletas saludables con harina de espelta local e ingredientes «super» como cúrcuma, remolacha y espirulina. La incorporación de la gastronomía molecular no siempre tiene por qué ser un espectáculo; en la panadería, ayuda a Fátima a mantenerse fiel a los ingredientes y respetar los productos de alta calidad que se utilizan en el obrador.
Para Fátima, su trabajo es lo que le permite ser libre y creativa, y su curiosidad continúa impulsando su exploración de la gastronomía molecular. Y aunque el trabajo es difícil, tanto física como mentalmente, la recompensa de alguien que disfruta y ama lo que ha creado hace que valga la pena.
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